Dentro de este selecto grupo llamado Mucho ruido pocas nueces, Steve Owens es quizá el que más meritos hizo para no entrar, junto con Jason White. Pero por una razón lo hemos seleccionado para formar parte de esta sección.
Oriundo de Oklahoma, llegó a los Sooners en 1967 y desde allí comenzó a amedrentar defensivas con su potente corrida. Es que parar en velocidad a un corredor de 100 kilogramos se volvía tarea difícil. En ese primer año llegó a las 869 yardas y a marcar 13 touchdowns.
En el año 68´ Owens tuvo un gran año, formando parte de un gran equipo que ganó el Orange Bowl frente a Tennessee. Esa campaña le daría a su equipo más de 1600 yardas por tierra y 21 anotaciones.
A pesar de esa fabulosa temporada, Owens tuvo un desempeño sensacional en 1969, en un equipo que no era tan fabuloso como el del año anterior. Los Sooners tuvieron un record de seis ganados y cuatro perdidos, pero gracias al talento de este corredor llegó a promediar 28.5 puntos por juego, algo sensacional para el modesto equipo que presentaban.
En ese 1969 “El Gran Steve” lograría 23 touchdowns, dos más que el año anterior, además de 1500 yardas. Todo eso lo llevó a obtener lo que solo Billy Vessels había obtenido en la década del 50´, el Trofeo Heisman. También logró varios records. Fue el máximo anotador de la historia de la Universidad hasta este año, cuando Demarco Murray lo superó. Aunque es el máximo acarreador en partidos, con 55. Por último corrió 958 veces para obtener en sus tres años 4000 yardas.
Muchos records e idolatría lo llevaron a los Detroit Lions. En su primer año dejó huella, ya que logró más de 1000 yardas y llegar al Pro Bowl. Era el primer Lion en llegar a esa cifra en acarreos. Pero toda la ilusión generada se desvaneció, porque la rodilla de Owens dijo basta. Cada vez que volvía se lesionaba y no terminaba nunca una temporada. Todo esto lo llevó al retiro de la NFL en 1975, siempre con el equipo azul.
Al igual que White, este corredor es amado en Oklahoma y respetado por su paso en la NCAA, liga en la que integra el Salón de la Fama. Tiene una estatua propia en el campus de la universidad, además de que un sector del estadio lleve su nombre. Es quizá injusto poner en esta categoría a Steve Owens, pero sin duda que hizo mucho ruido y pocas nueces.
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